Este verano, ha sido un verano trabajado y me ha permitido
observar mi comportamiento y el de los demás, sobretodo de los que han
tenido el privilegio de descansar.
He visto gente descansar en distintos lugares y con distintos poderes
económicos y tengo que reconocer que es más fácil descubrir gente
agradecida en gente que tiene menos que en gente que parece tenerlo todo
para agradecer. Se asombran más de lo que ven, lo verbalizan con mayor
intensidad y se emocionan frente a lo que ven y a lo que sienten frente a
lo vivido.
Ahora fue fácil observar mucha gente, quejándose de todo, siempre
encontrando problemas y reclamando por todo cuanto les pasaba. Que hacía
mucho calor, mucho frio, que estaba todo muy caro, o de tan barato que
estaba todo, engordaron mucho en las vacaciones. Que el hotel no era lo
que esperaban, que había mucho viento en la playa, que habían muchos
tacos y que les tocaron todos los días nublados, que en tal o cual
restaurant no los atendieron rápido,etc.
Otros en cambio agradecieron todo, y se sorprendieron de todo lo
vivido, estos se reían cuando les contaba que muchos decían que estaban
cansados de descansar.
A veces no sabemos descansar, mucho menos valoramos el trabajo y la
palabra responsabilidad tiene muy mala prensa. Que llegue Marzo es un
drama por eso y los lunes son una tragedia y sólo agradecemos los
viernes.
¿Por qué no agradecer volver al trabajo ya que entre miles de
beneficios nos permite descansar y tener vacaciones? , ¿Por qué no
agradecer lo vivido en las vacaciones y dejamos de escuchar quejas por
todos lados?, ¿ Por qué no estimulamos a los niños para volver clases
con la pasión de aprender, en vez de mirarlos con cara de pena, como si
comenzarán un vía crucis?
Creo que es fundamental, aprender a mirarnos y poder reconocer que
cada vez es menos frecuente escuchar la palabra gracias y por sobre
todo, cada vez es más frecuente dejar de observar una actitud de asombro
y reverencia frente a la vida, como que todo pareciera obvio y natural y
todo lo simple, eso que es realmente importante, eso que no tiene valor
económico no parece ser reconocido.
Educar a los niños en esta capacidad parece vital, pero, ¿cómo
educar, sino es con el ejemplo? Me parece difícil poder hacerlo si están
todos los días escuchando adultos que se quejan todo el día.
Yo tuve que revisar mi testimonio al observar a tanta gente quejarse,
porque al no descansar este verano, por tener que trabajar, me encontré
muchas veces quejándome y envidiando a la gente que veía de vacaciones,
hasta que entendí que era muy afortunada por la posibilidad de tener
otra investigación que compartir con ustedes a través de otro libro y
que no tenía nada de qué quejarme, muy por el contrario sólo debía
agradecer.
El trabajo le hace bien al alma, encontrar algo que nos llene nos
puede llevar la vida y encontrarlo es algo para agradecer en forma
permanente. Esto se educa con cada gesto y con cada momento vivido. Se
agradece la ducha de baño caliente, el pasto o césped recién cortado,
el aroma a pan tostado, etc.
Quiero invitarlos a dos cosas, la primera es a observar a la gente.
Vean cuanta gente agradece, escuchen y miren a su alrededor. La segunda
es a observarse a ustedes y vean cuanto agradecen lo cotidiano y cuantas
veces se dice gracias dentro de sus casas, cuanto lo dicen los niños y
cuantas veces se repite esta palabra en su entorno más cercano.
Ojalá no escuchen a nadie quejarse, y ustedes digan la palabra
gracias muchas veces, si es así, que placer, sino es así comiencen a
hacerlo los adultos para que los niños los imiten y empecemos a crear un
mundo donde la palabra gracias se escuche mas seguido.
Por mi parte, gracias por leer esta columna y sobre todo gracias por el cariño.
Pilar Sordo
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